Semblanza de Miguel Baquero
por José Marzo
Acabo de leer Carretera, pasta, poder, la trilogía de
novelas cortas firmada por J. Miguel G. Martín, alias Miguel Baquero.
Miguel Baquero, al que Antonio Paniagua calificó
recientemente como «un escritor que ama la burla», nos sirve ahora unas páginas
empapadas de amargura.
Una novela, un relato, es también un estado mental. No hay
nada gratuito en este viaje que Miguel Baquero nos propone: tres novelas que se
atreven a sondear tres claves de nuestra condición. Reinventarse en cada libro es
una exigencia intelectual, porque, cuando nuestro estado de ánimo o nuestra
visión del mundo ha variado, es imposible repetirse sin engañarse a uno mismo
ni incurrir en la autocomplacencia.
Pienso que este nuevo libro se entenderá mejor en el
contexto de la trayectoria de Miguel Baquero.
Las máscaras del escritor
Novelista, cuentista, crítico literario en ratos perdidos,
Miguel Baquero se crió en un barrio de Madrid, estudió periodismo y trabajó
durante años en Correos.
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Primera edición de Vida de Martín Pijo (Vosa, 1999) |
Se dio a conocer a los lectores en 1999 con la novela
titulada Vida de Martín Pijo. Más bien deberíamos decir que Miguel Baquero «no» se dio a conocer. Publicó aquella primera edición como anónimo, borrando su identidad de esta narración breve, ingeniosa y divertida que era algo
parecido a una actualización del clásico Lazarillo de Tormes y al mismo tiempo
un homenaje. El resultado no es, desde luego, un pastiche. El pastiche es
imitación disimulada, pero aquí no hay ni imitación ni disimulo. Lejos de
limitarse a calcar un estilo y una estructura sobre un escenario social
contemporáneo, en Vida de Martín Pijo se invierte el ascenso social del
protagonista y se trastoca el conflicto básico de la narración, para asentarlo en
esta época desnortada y corrupta, por este orden, porque es corrupta a fuerza
de desnortada. El resultado no es una novela picaresca, sino más bien la
parodia de un ingenuo que cae con sus valores a cuestas en medio de una
sociedad que los desprecia. El niño bien, de buen apellido y buen colegio,
pasará de una profesión a otra, cada vez más abajo, hasta acabar haciendo
ripios en un absurdo concurso de poesía.
Fiel a este antecedente, Miguel Baquero siempre ha jugado a
los disfraces y al escondite con los lectores. Uno ya no puede estar seguro de
si su nombre real es J. Miguel G. Martín o Miguel Baquero, o ninguno de los
dos. Quizá un tal Janer o ese Menéndez que se subió al barco de la revista La Fiera Literaria. ¿Qué es un «nombre real»? Muchos habrán leído en revistas sus
críticas literarias sin reparar en la identidad que guiña el ojo tras la firma.
Si una mayoría de lectores lo considera sólo un escritor de
humor, es quizá porque no ha leído su novela Matilde Borge, aviador. O quizá porque
es en el humor donde, hasta ahora, se ha demostrado rotundo. En 2009 Miguel
Baquero publicó un volumen de cuentos en libro de bolsillo en otra pequeña
editorial, ACVF, sin distribución en librerías y en quiebra. Los Diez cuentos mal
contados deberían haber sido un acontecimiento literario en una sociedad atenta
al talento. En España, este volumen entre la fábula y la ciencia-ficción pasó
desapercibido excepto para una minoría: algún librero voluntarioso, unos pocos
amigos con criterio literario propio. El relato que abre el volumen, «Carta
desde las ruinas», es una delicia. Merece que nos detengamos un momento en este
relato, que habla de nuestra época desde un futuro imposible. Tras una
destrucción masiva (quizá una guerra nuclear), unos sabios arqueólogos de la
humanidad futura, que vive una nueva Edad Media, visitan las ruinas de esos
santuarios profanos que son nuestros estadios de fútbol. Relato cuyo humor
emerge de la extrañeza, divertido a fuerza de inteligencia. Espero que nunca lo
hagan lectura obligatoria en los institutos.
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Diez cuentos mal contados (2009, 2015) |
Muchas veces he defendido que debemos valorar las obras por
encima de los autores, que una sola buena obra basta para justificar una vida
literaria. Este propósito tiene por delante dos obstáculos: la imposición del
mercado de consumo, que incentiva la cantidad por encima de la calidad como una
estrategia de renovación constante del escaparate, y la utilización del nombre
del autor como una marca comercial. Como impliqué antes, una gran obra
literaria es en gran medida un estado mental, así que la autoría puede ser
garantía de una cierta calidad, pero no necesariamente de una gran calidad. Son
pocos los autores que han escrito más de una gran obra en su vida. Y tampoco
demasiados los que han escrito una sola gran obra.
La felicidad de la escritura
Pese a Vida de Martín Pijo, pese a las «Cartas desde las
ruinas», el Baquero más feliz es el autor de Amigo bloguero.
La web, los blogs y las redes sociales han cambiado y siguen
cambiando nuestra forma de leer y escribir. La inmediatez de la publicación y
la cercanía del lector son factores decisivos que están influyendo en el
proceso de escritura. En su novela Misery, Stephen King llevaba al extremo las
exigencias de una lectora, que, contrariada porque el autor de su serie de
novelas románticas favorita ha dejado morir a la protagonista, decide
secuestrarlo para que siga escribiendo. En la cultura de mercado, después de
las exigencias negativas de las censuras gubernamentales (no escribas esto), el
escritor puede verse abocado a las exigencias positivas de los lectores (escribe esto). En internet, uno casi puede sentir el aliento del lector en el
cuello. Está detrás de nosotros y lee nuestro relato con una mano blanda y fría
posada en nuestro hombro. En cuanto damos al intro y lo publicamos, el lector
opina… o calla. Su silencio puede ser tan hiriente como su crítica.
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Una de las fotografías que ilustran
Amigo bloguero.
Ésta es de Miguel Baquero |
Durante varios años, Miguel Baquero escribió los blogs A
esto llevan los excesos y El mundo es oblongo (Amigo bloquero 1 y 2), con la presión constante, inmediata e
irreverente de los lectores, que lo felicitaban o reconvenían, que lo juzgaban
y apremiaban. Para tomar la necesaria distancia frente al asunto y frente al lector,
Miguel Baquero se inventó un personaje llamado Miguel Baquero: un buen tipo,
algo pasado de peso, «calvorota», simpático y bromista, que se ríe de sí mismo.
No le cae bien su cuñado y finge, dentro del fingimiento general, ser un tipo
duro que mantiene a raya a la delincuencia organizada. Transformará el
encuentro con un editor en una cafetería en la siniestra cita de dos
traficantes de droga; unas vacaciones en familia en la playa, en un relato de
suspense; un recuerdo infantil del pueblo, en una aventura. Miguel Baquero se
convertirá así en el personaje protagonista de un viaje por el pasado y el
presente de una vida ficticia sobre un fondo de realidad, en entregas
semanales. Una parodia escrita por un tal Miguel Baquero que tiene por
personaje a un tal Miguel Baquero. Creo recordar que una lectora definió sus
mixtificaciones, ocurrencias y salidas como «baqueradas». Baqueradas eran: escritura
feliz. El estilo es fresco, cercano a lo oral y lo coloquial. Se hace
transparente. Entiendo por «escritura feliz» no una de tono alegre ni
humorística necesariamente, ni aquella que trata sólo asuntos ligeros o
divertidos. Un tema grave y un ánimo triste pueden expresarse felizmente. La
escritura feliz es acabada y certera, eficaz, y da como resultado que el fondo
y la forma armonicen y el texto se haga transparente.
El término «baquerada» fue un hallazgo. No recuerdo el nombre de la lectora que lo acuñó, pero si alguien me lo aporta,
con mucho gusto lo indicaré en nota al pie de este mismo artículo.
Pasta, pasta, pasta
En mi opinión, Pasta es la narración formalmente más acabada
de las tres que conforman la trilogía Carretera, pasta, poder. El narrador y
protagonista es un ingeniero que pasa un par de años recluido en un garaje
hasta dar forma a su invento y que luego vende la patente a una empresa
japonesa por una cantidad desorbitada. Entre las condiciones del contrato, se
establece la renuncia a la autoría de su invento. Esto es importante, porque la
cuestión de fondo que se plantea en esta novela es la del vaciamiento de una
personalidad. «Decadencia», dirá el narrador, en alusión a la ley de la entropía y la tendencia hacia el desorden. Después de haber pasado dos años
encerrado investigando, ha perdido a su mujer y a sus amistades. Con el dinero
recibido por la patente, se dedicará a llevar una vida de millonario discreto.
¿Qué haríamos si de pronto recibiéramos decenas, centenares de millones de
euros? El protagonista compra su seguridad sobornando a una banda de
delincuentes, compra algunas casas, compra algunas amistades y amores, compra… Pasta,
decía, es una obra sobre el vaciamiento de una personalidad, sobre la soledad
en un sentido absoluto. No se trata de una facilona parábola del dicho «los
ricos también lloran», sino de una reflexión sobre a qué renunciamos por
dinero.
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Retrato de Miguel Baquero
(fotografía por Lola Coya) |
Ha habido una evolución drástica en el estilo y los motivos
de Miguel Baquero desde su anterior obra, Amigo bloguero. La escritura se ha
vuelto indecisa. Baquero busca un nuevo tono, un nuevo estilo. Fía la eficacia literaria
de su obra a la fuerza de la estructura narrativa, la mayor virtud de Carretera,
pasta, poder.
Novelas cortas
¿Novelas cortas o relatos?
El tinglado literario-comercial actual necesita libros gordos. Los
libros gordos se venden más caros y permiten amortizar la inversión en
publicidad: el alquiler de espacios en radio, prensa y televisión, de
escaparates de librerías y de góndolas en los grandes almacenes. La etiqueta «novela»
ayuda a vender (a veces, a vender engañando), aunque la narración no sea
necesariamente una novela, sino una miscelánea o un volumen de cuentos con un
marco narrativo común. Lo que distingue a un cuento de una novela hay que
buscarlo, más que en el tamaño, en la complejidad del argumento y de los
personajes. Pero una novela corta sí se distingue de una novela larga por su
tamaño. La novela corta se suele ceñir a un solo argumento, evitando
bifurcaciones y concentrando la expresión: tiende a la síntesis. Se va a leer
en una, a lo sumo dos horas, y su eficacia va a depender de su capacidad para
construir un mundo en una sola sesión de lectura. Pienso que las tres
narraciones de Carretera, pasta y poder son novelas cortas por estos motivos.
Baquero, desde el mismo título, ha jugado con nosotros al
despiste. Las tres obras incluidas en Carretera, pasta y poder llevan un título irónico. Una novela que trata sobre la memoria y la culpa se titula Carretera.
Una novela que trata sobre la soledad y el vaciamiento de una personalidad se
titula Pasta. Una novela que trata sobre la impotencia y la crueldad se titula Poder.
¿Por qué?
De la cultura norteamericana, la cultura europea actual ha
absorbido el mito de la carretera como medio de liberación personal, de
búsqueda individual de nuevos paisajes y realidades. El prototipo sería esa vieja Ruta
66 popularizada por el cine y la televisión y que atraviesa parte de Estados Unidos.
El protagonista de Carretera, sin embargo, iniciará un viaje que debe llevarlo
de Madrid a San Petersburgo, atravesando por sus autopistas iluminadas esta Europa unida y
descosida. Lo que realmente encontrará es el recuerdo de un homicidio
accidental, muchos años atrás, en su juventud. No es un viaje hacia la
liberación, sino hacia la memoria y la culpa.
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Cubierta del libro. (Lupercalia, 2016) |
¿Hay mayor poder que el de construir casas y ciudades,
tender puentes entre orillas enemigas, crear parques? Un recién divorciado al
que sus hijas rehuyen, que vive en un piso compartido y tiene un trabajo
rutinario, lleva una existencia sin sentido. Acabará por matar, de un modo
mecánico, sin mucha justificación y sin ninguna pasión, a un gato, el único ser
que le había proporcionado algo de calor. Esto es sólo el principio de un
cambio profundo en la percepción de la realidad por el protagonista. Poder es
una novela dura y, a su manera, terrible. El protagonista siente que ha cruzado una línea
roja que lo separa de los demás, de los estúpidos, de todos nosotros. Él ya ha
cruzado la frontera y está más allá. Ha descubierto el poder, y lo alimentará y
lo irá ejecutando.
Las novelas incluidas en Carretera, pasta y poder forman un tríptico y
tampoco es gratuito que Miguel Baquero las haya publicado formando una
trilogía. Hay una línea subterránea entre el homicidio involuntario de la
primera historia y el asesinato del teatro en la tercera. La locura acecha a
estos dos protagonistas. En el centro, Pasta, el dinero, actuaría como
novela-bisagra entre estos dos extremos. La lucidez cínica de su protagonista
es como la piedra angular que sostiene el arco de la trilogía.
¿Tiempos necios y egoístas?
Piensa Miguel Baquero que hemos nacido en tiempos necios y
egoístas. No sé si son más necios que otros tiempos pasados, ni más egoístas.
Escritores vocacionales como Miguel Baquero y unos pocos más demuestran que la
literatura que arriesga, la literatura que inventa y busca nuevos asuntos y
modos de expresión se está escribiendo desde los márgenes. No existe censura expresa,
se reconoce la libertad de expresión, pero la llamada industria mediática y cultural
tiene las llaves de la difusión. Los lectores andan perdidos, desorientados. La
crítica independiente e informada también es marginal e impotente. La
propaganda ha sustituido al debate, los rotos de los pantalones se tapan con
photoshop, los prestigios se pintan con la purpurina de unos premios con déficit de credibilidad. Reconocer
el terreno de juego es imprescindible para moverse en él y, llegado el caso,
seguir la senda que lleva a la salida. Hay que crear un propio terreno de
juego, sin límites fijos y con las reglas de la calidad formal, la eficacia
narrativa y la honestidad intelectual.
¿No tiene vuelta atrás el cambio de Miguel Baquero? Los
escritores de verdad no pasan dos veces por el mismo sitio, abren nuevos
caminos. Sólo en los talleres de escritura te venden que escribir «mola». La
inquietud, el desasosiego y el cambio son parte de la esencia de los escritores
de verdad.
José Marzo
Nota: La trilogía Carretera, pasta, poder ha sido publicada
por la editorial Lupercalia (Alicante, 2016).