Novelas Plurales

Novelas Plurales: La alambrada, Olga y la ciudad, Actores sin papel, Noticias del fin del mundo.

«Mientras algunos se obstinan en destruir, unos pocos nos empeñamos en seguir creando»

7 de mayo de 2016

Carmen sintió como si le clavaran alfileres en los hombros

Carmen sintió como si le clavaran alfileres en los hombros. Estaba tan cansada que ya no aguantaba ni un minuto más. En casa, nadie movía un dedo por ayudarla; ni su marido, ni sus suegros, y mucho menos sus hijos. Ya eran mayorcitos (el menor había cumplido veinte años), pero seguían siendo igual de desordenados. Ponían la ropa sucia en cualquier parte y tenía que ir tras ellos apagando las luces que dejaban encendidas. Si no fuera por ella, el sueldo de su marido no llegaría para pagar las facturas de electricidad, agua y teléfono. Rara vez utilizaba este último (sólo si era inevitable, y en tales casos el tiempo imprescindible: llamar, dar el recado y colgar); y al ducharse, primero se mojaba, luego mantenía cortada el agua mientras se enjabonaba, y finalmente abría de nuevo el grifo para aclararse.

Se había dejado caer derrotada en el sofá, pero en seguida se levantó con determinación, se arregló y salió de casa.

Fue al hipermercado. Cogió un carrito y se adentró entre las filas de estantes. Siempre buscaba productos en oferta, pero en esta ocasión prefirió los más caros. Acaparó peluches, relojes, vestidos, juguetes electrónicos, zapatos, cámaras fotográficas, salmón noruego y cordero, ostras... No se privaba de nada. Miraba con ansiedad en los estantes y mostradores y, cuando algo la atraía, sin pensarlo, lo echaba al carrito. No tardó en llenarlo, y entonces se procuró la ayuda de un empleado, que la acompañaba provisto de otro carrito. Al pasar por la sección de deportes, escogió una bicicleta de montaña, y al ser abordada por una promotora de artículos de cocina, ésta vio con asombro que aceptaba por duplicado todo lo que le ofrecía.

Los dos carritos iban a tope. Ella caminaba delante, abriendo el paso, y el empleado la seguía a ciegas, pues la montaña de paquetes sólo le permitía ver por los lados.

Cuando llegaron a la caja, ella le pidió que guardara sitio en la cola hasta que regresara con otro artículo. Se mezcló con el gentío que atestaba el pasillo central y, tal como había planeado, salió sin compra del hipermercado.

Hacía un bonito día. El sol brillaba y soplaba una brisa ligera. El dolor de hombros se había esfumado. Se sentía mejor, mucho mejor. Aspiró aire profundamente y luego lo expulsó despacio.

Estaba decidida: volvería a casa andando.


*


«De compras» está incluido en el volumen de cuentos Aurora (ACVF Editorial)

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