No, él no estaba loco. Tenía el pelo desgreñado, y la barba, larga y sucia; llevaba una manta echada a los hombros y las suelas de sus zapatos estaban gastadas por el uso. Había pasado un mes bebiendo agua y masticando hojas, sin hablar con nadie. Había alcanzado una verdad que nadie más conocía y ahora quería compartirla.El relato completo está incluido en el volumen Aurora
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