Novelas Plurales

Novelas Plurales: La alambrada, Olga y la ciudad, Actores sin papel, Noticias del fin del mundo.

«Mientras algunos se obstinan en destruir, unos pocos nos empeñamos en seguir creando»

24 de noviembre de 2015

INTERFERENCIAS: Regreso al pasado

Ayer, la segunda cadena de la televisión pública española (la 2) nos sorprendió con una película en blanco y negro del año 1942. No diré el título ni el director, porque ni vi el principio ni me quedé a los títulos de crédito, la información del teletexto era incompleta y, en las parrillas de televisión que he consultado, la película no aparece programada.

Debe de haber muchas películas como ésta en los archivos de TVE: baratas, sosas, prescindibles. La escena que vi describía la visita de un actor estirado a la casa de un par de actrices incómodas, que aceptaban esconderlo en la buhardilla de su casa. Digo “actores” y no “personajes” porque hay películas en las que los actores no dejan de ser actores, los decorados decorados, y los guiones guiones.

Uno se pregunta cuál es el propósito de los responsables de una cadena de televisión al emitir una película mala de hace más de setenta años. Las obras cinematográficas, como las literarias, si después de un tiempo no se sostienen por sus valores artísticos, sólo pueden tener un interés documental. No siempre por el mundo que reflejan, sino por la visión que imponen a la realidad. Bastan a menudo cinco minutos para decidir si una película es la expresión de una inquietud artística individual o la de una mera ideología. En este caso, además, poco cabe esperar de la industria cinematográfica española de la época, en el contexto de la época: cárceles llenas de presos de la guerra civil, los aliados intentando resistir el avance de los ejércitos de Hitler… Un año antes, en 1941, Franco había estrenado su película Raza.

Como he dicho antes, estas obras pueden tener un gran valor documental, como documento de la ideología del gobierno, si se emiten con una introducción crítica que permita contextualizar la obra. Quién la dirigió, quién la produjo, cuándo, cómo era entonces España. El cine pasa a ser así un objeto de estudio histórico, más que una obra de arte. Analizando críticamente viejas obras tendenciosas, el espectador podría aprender a defenderse de las nuevas. Es posible que los responsables de la programación aportaran esta información al espectador ayer, así que no voy a sospechar lo contrario.
También es posible que la decisión fuera simplemente económica. Hay poco dinero para producir o emitir programas de calidad, y echar mano de viejas películas malas ahorra costes, por más que tampoco enriquezca a los espectadores.

Hay otras opciones de programaciones baratas, por ejemplo entrevistar a pintores, catedráticos, filósofos, críticos literarios… Con cuatro buenos escritores, un par de cámaras y poco más, podría organizarse un debate interesante… (si no son de los que se ponen a hablar de cuántos ejemplares han vendido). No resultaría mucho más caro que la emisión de una película del 42, y la cadena pública no perdería mucha más audiencia. Quizá fuera incluso un método más eficaz de estímulo de la lectura que esas absurdas campañas de mercadotecnia institucional, donde se confunde leer con tomar un refresco.

Pasemos página: la literatura no interesa a las instituciones; no interesa la imaginación, ni la crítica, ni el pensamiento. No me voy a molestar en hablar de la película que a base de telediarios se nos ha impuesto de moda.