Novelas Plurales

Novelas Plurales: La alambrada, Olga y la ciudad, Actores sin papel, Noticias del fin del mundo.

«Mientras algunos se obstinan en destruir, unos pocos nos empeñamos en seguir creando»

11 de octubre de 2015

INTERFERENCIAS: Música (y letras)

Ayer estuve conversando con un extraordinario pianista. Me decía que su experiencia le había llevado a la conclusión de que España es el peor país del mundo para el reconocimiento de la música. Si un gran pianista cayera en el centro de un remoto poblado de un pequeño país africano, y allí, entre chozas humildes, interpretara un buen tema de jazz o un nocturno de Chopin, la población nativa lo rodearía para escucharlo con atención. Lo aplaudirían, lo sentarían a comer a su mesa... y esa noche dormiría velado por los ojos admirados de una doncella.
Me contaba que en la época en que fue pianista de los hoteles Ritz y Palace, en Madrid, la gente comía gambas a su lado y que, alguna vez, una cáscara cayó sobre el teclado. Le ponían el culo en la espalda, hablaban por encima del volumen de las notas y le tocaban el hombro para pedirle, con menos afecto que en Casablanca, "tócala otra vez, Sam".
Me explicaba que el reconocimiento de una obra bien hecha, bien interpretada, precisa de una sensibilidad desarrollada y atenta a los matices. El ejercicio de la flauta, del timbal, de la simple voz humana, puede bastar para aprender a apreciar la belleza de lo que escuchamos. Vivimos hoy, en fin, en una cultura sonora, rodeados a diario de música, ritmos y notas; pero oír no es escuchar. A escuchar se aprende trabajando los sentidos, afinándolos con mimo y con atención. Escuchando, estudiando, practicando.
Esta reflexión no se pueda trasladar sin cambios a la literatura. Igual que diferenciamos "oír" de "escuchar", quizá deberíamos distinguir dos tipos de lectura. Una buena novela o un buen relato se recrean sólo en la mente de los buenos lectores, de los que han leído mucho y bien. Antes que escritores, somos lectores. Antes de escribir, hemos leído. No puede haber buenas obras sin lecturas, ni escritores sin lectores.
Pero ¿somos buenos lectores? ¿podemos seguir siéndolo en una cultura de hegemonía audiovisual? A lo peor, ya no distinguimos una buena narración de un galimatías. Quizá hayamos perdido la capacidad de identificar el milagro de un solo buen relato. ¿Entendemos la importancia para la cultura, para el pensamiento mismo, de una buena literatura?
¿Hay alguien ahí?