Protágoras de Abdera (480 ? a.C.-410 ? a.C.), uno de los grandes pensadores demócratas de Atenas. |
En el preámbulo de la Declaración, la Asamblea reconocía que
aquélla era un punto de partida, "un ideal común por el que todos los
pueblos y naciones deben esforzarse". Con un espíritu de realismo
político, amigo de la observación, cabe preguntarse sesenta y cinco años
después si una mera declaración no vinculante basta para inspirar, como era su
propósito, "tanto a los individuos como a las instituciones", hasta
conseguir "su reconocimiento y aplicación universales y efectivos".
¿No precisa cada ley de un ejército para su aplicación? ¿Cómo sería ese
ejército capaz de garantizar estas tres libertades individuales?
Sobre cada una de ellas ha acechado a lo largo de la historia la
sombra de una gran máquina, a menudo hasta aplastarlas y borrarlas. Sobre el
pensamiento, la ideología; sobre la conciencia, la moral colectiva; y sobre la
religión, el integrismo religioso. No faltan ejemplos. Pienso en el escritor torturado
en la cárcel del totalitarismo, en el raro linchado por la multitud, en el
heterodoxo quemado en la hoguera del fanatismo.
Casi se diría que los periodos de libertad son lagunas en la
historia. La democracia ateniense apenas si duró más de un siglo; el
Renacimiento fue clausurado por las monarquías absolutistas y confesionales; y
en los dos últimos siglos, las democracias parecen participar en una carrera de
obstáculos: de revolución en revolución, de reacción en reacción, de guerra en
guerra, de reconciliación en reconciliación.
O podemos verlo a la inversa: en los mundos totalitarios,
autoritarios o integristas, inmovilizados durante años, a veces cientos de
años, incluso milenios, de pronto un pensamiento, un acto y un sentimiento
genuinos abrieron una brecha y reclamaron su espacio y su proyecto. Antes de
que los ciudadanos participaran en el ágora, algún sofista vagabundo dudó de
las leyes heredadas; un juglar se adelantó a Petrarca en su renuncia de los
hábitos y cantó sus rimas de villa en villa; y en las democracias actuales, el
centro o no está en parte alguna o está en todas partes: allí donde alguien se
atreve a pensar por sí mismo, a actuar conforme a su conciencia, a practicar su
religión y a respetar los pensamientos, los actos y los credos de los demás.
Ésta parece una diferencia importante que distingue a este ejército humanista
de otros ejércitos: ni altas tribunas escoltadas por misiles, ni estridentes megáfonos
en cada esquina, ni púlpitos de severa piedra labrada; maniobra mejor en torno
a una mesa, donde dos personas conversan, o allí donde un grupo de personas se
reúnen y debaten.
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El 9 de diciembre ha sido propuesto por la asociación española
Europa Laica como "Día Internacional del Laicismo y de la Libertad de
Conciencia" (manifiesto)
Cada 10 de diciembre se celebra el Día Internacional de los
Derechos Humanos (enlace).