Había ido de compras con su marido y su hijo mayor. De regreso en el portal, el nuevo conserje se ofreció para ayudarla y, al acercarse para coger sus bolsas, deslizó en su oído: «Estos hombres de ahora no valen nada. Si necesita un jinete experto con un buen rabo, aquí estoy yo». Ángela había oído perfectamente bien, pero ni aun así se lo creía. Su marido y su hijo, cargados con más bolsas, ya habían alcanzado el ascensor, al otro extremo del vestíbulo. La esperaban dentro con la puerta abierta, la miraban.El relato completo está incluido en el volumen Aurora
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