Una batalla ganada por los partidarios inconscientes de la decadencia de la cultura literaria es haber insertado en el lector el prejuicio del interés y el cálculo. Antes de pensar si un autor tiene algo que aportar, se da por supuesto lo que quiere llevarse.
Hoy se entiende "profesionalidad" más como ganancia que como dedicación, más como "vivir de" que "poder vivir para".
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