El protagonista masculino de esta película, papel interpretado por Richard Gere, de pie en un paisaje campestre, pregunta a su interlocutora si es feliz. A mi lado, L. me susurra al oído que hay diálogos hechos para persuadirnos de que la película es rematadamente mala. Sigue una prolongada mirada entre los dos personajes. La brisa juega con el flequillo de la actriz.
Ser feliz no parece un estado fácil de alcanzar. Posiblemente no habría muchas personas en el mundo capaces de contestar a esta pregunta de modo afirmativo y sincero. Más aún: si la felicidad fuera un estado del ánimo, sería transitoria, como los demás estados.
Hace años leí "La conquista de la felicidad", de Bertrand Russell. Deja un poso de sentido común, lo cual es otro ejemplo de la capacidad del británico para expresarse con eficacia y argumentar de modo convincente.
Es posible decir qué es la desgracia, la infelicidad. Resulta más complicado definir la felicidad. En la historia del desarrollo del conocimiento humano, la tarea de "definir" las cosas ha acabado por lastrarlo después de un pequeño empujón inicial. La felicidad no es un estado, sino un proceso. No puede ser definida, sino que debe ser explicada en su relación con nuestra psicología y nuestro entorno. Conócete a ti mismo, conoce tu mundo, busca el equilibrio.
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