A bote pronto:
Bebiendo en aguas sucias
Uno tiene a veces la tentación de beber en aguas sucias para luego vomitar. Es el método de la purga estomacal mediante la exposición a los agentes dañinos. Hace algunos años, un reputado columnista me explicó que la inspiración para sus escritos diarios la encontraba en la lectura de lo que otros habían escrito el día anterior, y que el matutino de la competencia le servía en negro sobre blanco. Sus escritos, invariablemente, tenían así el sabor del alimento recocido, remasticado, regurgitado y vuelto a vomitar. Se quedó pensativo cuando le pregunté si la competencia también encontraba inspiración en lo que él había escrito, componiendo un bucle nada virtuoso del pensamiento por reacción. En otras palabras: de seguir esta práctica, unos y otros se realimentarían mutuamente, en un proceso que provocaría de modo inexorable una pérdida de nutrientes, de calidad del pensamiento.
Hago esta reflexión después de un artículo que me ha llamado la atención por la cantidad de estupideces que contiene: un señor que dice estar a favor de la libertad, pero niega el pensamiento alternativo de otro, y que dice ser demócrata, pero niega el principio histórico de la igualdad.
Busca enemigos, busca reaccionar, aguas sucias que tragar. Permite que el vientre gobierne su razón, en lugar de acompasar mente y cuerpo. No se conoce ni lo intenta, luego no conoce nada.
El pensamiento genuino no precisa construirse falsos enemigos ni levanta su autoestima denigrando la de los demás. Responde con sonrisas a la inquina y busca fuentes de agua limpia; todos los que nos precedieron en la búsqueda de un mundo más equilibrado. Al pensamiento genuino, decía, le basta con adversarios honestos, dispuestos a entablar debates constructivos.