ACTORES SIN PAPEL
1. A la puerta del supermercado
Esta mañana, a la puerta del supermercado Lidl, me he acordado de Peter. El comercio ocupa una nave blanca, de fachadas de metal y aristas azules, junto al acceso de un polígono industrial. Parece una enorme cámara frigorífica abandonada en medio de un mar de cemento, bajo el sol abrasador de julio. A cincuenta pasos, ya se oye el runrún de los aparatos de aire acondicionado funcionando a pleno rendimiento. Sobre el tejado, un gran cartel, visible desde la autopista, anuncia cuatro mil metros cuadrados de productos al mejor precio de la zona. Alimentación, menaje, complementos... Hubo un tiempo en que Laura y yo veníamos aquí casi todos los sábados. Acudíamos atraídos por los yogures. A Laura la encantaban unos con piezas menudas de fruta. Perdía la cabeza por los trocitos de arándanos, moras y fresas silvestres. La dieta hipocalórica que tanto le costaba mantener durante la semana, la rompía la noche del sábado en diez minutos de desahogo ante el televisor. Se sentaba en el sofá con los pies sobre una silla, con el envase de medio litro en el regazo y armada de una cuchara sopera. Y comía. Comía con calma, disfrutando de cada cucharada, dándose todo el tiempo del mundo. De vez en cuando, me miraba sonriendo, las mejillas encendidas, y me sacaba la lengua, mostrando un pedacito de fresa. - - - -