Viento en los oídos no es una
novela escrita, sino dictada, o, si se prefiere, escrita en voz alta.
Las palabras iban encontrando su hueco por su sonido, y muchas, sólo por su
sonido, quedaron descartadas. También las frases y los párrafos iban buscando su
sitio en el flujo sonoro. Por eso, quizá esté destinada a ser leída en voz alta.
En los inicios de la modernidad, la novela se desarrolló gracias a que la
imprenta permitió que la narración se emancipase de la memoria y de la garganta.
Así que desde los mismos inicios de la novela, ésta sufrió la tentación de dar
la espalda a lo sonoro. ¿Una literatura sin sonidos, meramente gráfica? ¿Por qué
en la edad contemporánea se ha abierto aún más esta fractura entre lo oral y lo
escrito? A lo largo del siglo XX y principios del XXI, las innovaciones
tecnológicas, primero la radio y finalmente internet, nos están permitiendo
registrar y difundir los sonidos, explorar nuevas formas de narración que
devuelvan la voz a las palabras escritas. El futuro está abierto, y la novela,
si sobrevive a la deshumanización creciente de la cultura, lo logrará explorando
todas sus posibilidades y desparramándose en todos los terrenos y registros,
bajo todas las formas.
(Viento en los oídos)