Imagina que conoces a una persona exactamente igual que tú pero a la que le falta un brazo. Eso le ocurrió a María una tarde en el metro. Frente a ella tomó asiento una muchacha con casi sus mismos ojos grandes y negros, su mismo pelo, sus mismos labios carnosos. La otra la miraba a ella con alegría: sonreía y tenía un hermoso brillo en los ojos. María la observaba indecisa entre el asombro y la incomodidad; su mirada, no podía evitarlo, se desviaba hacia ese brazo que faltaba.El relato completo está incluido en el volumen Aurora
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