Nunca se detuvo a escuchar el canto de un grillo, nunca siguió con la mirada el vuelo de un abejorro o de un diente de león. La cabeza llena de ideales, nunca prestó sus sentidos a la pequeña historia de un niño o a la paleta de un pintor, ni la levantó para dejarse llevar por una nube solitaria o una puesta de sol.